En recuerdo de Zaha Hadid
Cierto es que hay maneras de entrar y maneras de estar en
cualquier ámbito o esfera de la vida, tanto personal como profesional. Maneras
igualmente válidas o legítimas… Se puede llegar de forma sutil, donde la levedad
marca la pauta y permite ir introduciéndose casi sin ser visto, sin
subterfugios pero sigilosamente, o por el contrario, se puede llegar haciendo
ruido, no en un afán de hacerse notar, pero sí con intención de ser escuchada y
de reivindicar un lugar entre los tuyos.
Y cierto es también que hay cosas y actitudes que solo se
pueden entender y, en el peor de los casos, justificar, cuando las vivencias se
producen desde la misma posición de inferioridad adjudicada.
Lo explicó perfectamente la también arquitecta chilena y además
activista social Margarita Pisano en su libro “El triunfo de la masculinidad”,
cuando en ocasiones, se confunde agresividad con defensa y se malinterpreta lo
que es en realidad un acto de rebeldía ante la hostilidad de un entorno en el que
la visión masculina se ha convertido en la macrocultura que domina el mundo.
Ayer falleció la arquitecta Zaha Hadid. Mujer, musulmana,
árabe, ambiciosa, temperamental, polémica, luchadora, rompedora, arriesgada, intransigente
y desafiante que, además del potente y vasto legado arquitectónico, nos ha
dejado el ejemplo de una enérgica lucha por hacerse un nombre entre las
primeras y más destacadas figuras de la arquitectura mundial. Y lo consiguió,
pese a los obstáculos que, en su condición de mujer con una innumerable
relación de epítetos poco amables a cuestas, trataron de desprestigiarla.
Pero más allá de calificativos, Zaha rompió moldes a través
de su obra y de su vida.
El reconocimiento le llegó tardío, con 44 años y tras mucho
tiempo de tratar de hacerse un hueco en su profesión desde su estudio de
Londres. Con un estilo arquitectónico inconfundible, los edificios de Zaha son obras
de una gran carga beligerante, que rompen los límites de la moderación, porque
su fuerza arrolladora, esa con la que se reivindica un lugar entre los grandes,
está presente en su obra, y en la lucha todo es desmedido, no hay lugar para la
templanza.
Y así, en su particular combate y con un estilo muy personal,
logró ser la primera mujer en recibir el Premio Pritzker, máximo galardón
concedido en arquitectura. Y también consiguió la medalla de oro del RIBA y el
premio Mies van der Rohe. Pero para mí y para muchas mujeres que no asumimos el
papel que nos impone esta posición adjudicada, Zaha Hadid consiguió mucho más
que premios, reconocimientos y huecos entre los compañeros de profesión.
Zaha sobrepasó fronteras. Fronteras físicas que quedaron
superadas con la construcción de edificios de formas imposibles y, lo más
importante, fronteras simbólicas, esas que llevan años deslegitimando cualquier
posibilidad de autonomía femenina.
Texto publicado en la revista digital DissenyCV
genial!
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